La buena fama
Me atrae y me fascina la gente que quiere ser famosa. Por la fama en sí. Por ser reconocidos, por tener muchos seguidores, por sentirse admirados.
Y no lo digo en tono de crítica, que conste, sino que es algo que siempre me ha llamado la atención, porque tiemblo solo de pensar que mi vida o la de mi familia estuviera en el escrutinio público. Personas pendientes de cada uno de tus movimientos, opinando sobre todo, criticándote, creyéndose con el derecho de hacerlo porque consideran que realmente lo tienen.
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No pudiera vivir con eso, lo tengo claro. Hay muchas personas famosas o célebres por lo que hacen que son capaces de mantener su área privada así, privada.
Pero hay muchas que abren de par en par su vida y cuando quieren cerrar la puerta porque hay límites que se cruzan, ya es demasiado tarde.
Su vida se ha transformado en un espectáculo.
Y ahora pienso en la cantidad de niños y niñas que de mayores quieren ser influencers, y me preocupa un poco pensar en qué están viendo y asumiendo como éxito, como referentes.
Creo que al final todo se sustenta en la solidez de tus valores, de tus vínculos primarios de familia y amigos, del desarrollo de tu autoestima y después de ahí, si eso está estable y fuerte, decidir exponer tu vida no tendría que ser el problema.
Pero normalmente detrás de ese deseo de fama se esconden carencias afectivas pensando que a través de esos anónimos que te siguen y admiran vas a poder suplirlas.
Tener fama no debe ser razón para que tu vida esté a disposición de los demás, pero para eso hay que saber poner límites y salir del círculo de quien se expone siempre de manera negativa. Hay puertas que es mejor no abrir.
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